La pastoral vocacional consiste en el servicio al nacimiento,
crecimiento y discernimiento de vocaciones (1 Samuel 3,1-21); con el fin único
de servir más y mejor al mundo, que tanto necesita de la verdad de Cristo. Para
ello, hemos de realizar la pastoral vocacional mediante los instrumentos
válidos en toda pastoral: la predicación directa y clara del mensaje, la
catequesis sistemática y fiel, el testimonio alegre y sincero, la oración
confiada al Padre por su Hijo en el Espíritu y a María modelo de toda vocación.
Los documentos del Magisterio, de manera especial los del
Vaticano II, nos ayudan a comprender la necesidad de esta tarea. Dice el
decreto sobre la formación sacerdotal que:
«El deber de fomentar
las vocaciones pertenece a toda la comunidad de los fieles, que debe procurarlo, ante todo, con una
vida totalmente cristiana; ayudan a esto, sobre todo, las familias, que, llenas de espíritu de fe, de caridad y de
piedad, son como el primer seminario, y las
parroquias de cuya vida fecunda participan los mismos adolescentes. Los maestros y todos los que de algún
modo se consagran a la educación de los niños y de los jóvenes, y, sobre todo,
las asociaciones católicas, procuren
cultivar a los adolescentes que se les han confiado, de forma que éstos puedan
sentir y seguir con buen ánimo la vocación divina. Muestren todos los sacerdotes un
grandísimo celo apostólico por el fomento de las vocaciones y atraigan el ánimo
de los jóvenes hacia el sacerdocio con su vida humilde, laboriosa, amable y con
la mutua caridad sacerdotal y la unión fraterna en el trabajo» (OT 2).
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